“Así como
una jornada bien empleada produce un dulce sueño,
así una
vida bien usada produce una dulce muerte…”
Leonardo
Da Vinci
Hace unas horas, unos de los
mensajes menos esperados habían llegado a mis oídos: “¡Se nos fue Vicky…!
María Victoria, ciertamente,
no era parte de mi familia, ni era una amiga cercana, ni acompañaba mis días en
esta historia de vivir. Tampoco nos unía la ideología política, aunque a la
distancia la pasión por Rosario Central acercaba un poco ese enorme puente que
nos separaba.
Pero ¿por qué fue dolorosa esa
noticia?
Se podría decir que toda
muerte de una personita de treinta y dos años, para nuestra forma de pensar, lo
consideraríamos como injusta, trágica, lamentable. Ver morir a los jóvenes da
una sensación de inexpugnable inequidad.
Estamos preparados para ver
morir a nuestros viejos, más no a los jóvenes.
También concordaríamos en pensar,
que, si fuera un accidente mortal, dramático, insalvable, soportaríamos un poco
mejor la lamentable noticia.
Pero este no es el caso.
Vicky, llegó a muchas
personas, incluyéndome, como una mujer luchadora, trabajadora incansable,
primero en llegar donde le tocaba desempeñarse en esos roles temporales en épocas
de Elecciones, y ciertamente era de las última en retirarse.
Con el tiempo siempre reiterábamos
los diálogos con conocidos, —¿cómo anda la Vicky? Y por el otro —¿y como está el Marce? Aunque parezca
mentiras, era nuestra única interrelación.
Cuando la memoria intenta recopilar
su imagen, siempre le acerca una postal de su rostro con una hermosa sonrisa,
alegre, motivada por la vida. A tal punto que, en estos largos años de trabajo irregular,
la vimos recibirse de abogada, de emprender su propio Estudio Jurídico, de
planificar una merecida vida de hogar y sobre todo de imponer una ganas enorme por
la vida.
Nunca se le conoció enfermedad
alguna, y los fines de semana, era común verla remar en ese impetuoso Río que
cruza por las barrancas de la Ciudad que Belgrano eligiera para izar la bandera
por primera vez.
Pero ¿qué paso entonces?
Una mañana, decidió no ir a
trabajar y quedó dormida, y de ese sueño ya no despertó.
Mezcla rara de sentimientos de
tristeza, llanto, dolor, y perdón por esta forma humana de concebir el mundo, también
un sentimiento de envidia.
Si la vida un día me diera a
elegir, me encantaría que una mañana de octubre, en pleno primavera, con esa leve
temperatura de veinticuatro grados, llegara mi muerte enamorada y solo me susurrara
al oído: —Duerme tranquilo, ¡que todo saldrá bien…!
Eso te sucedió María Victoria…
una hermosa muerte, digna de las personas que han hecho bien sus cosas en este
camino.
Tu voz, siempre susurrará en
nuestros oídos, tu sonrisa en nuestras pupilas, y ese enorme corazón sobrevivirá
en las almas que has podido tocar.
Un hasta pronto, sería impertinente
de mi parte. Solo imagino un simple y merecido adiós, María Victoria Beltrán, “La
Vicky…"
Horacio Marcelo Canteros ©
Enero 2023.
Imagen: By MelinaCanteros
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