La compra por parte de Warren Buffett de Burlington Northern Santa Fe es el último capítulo en la historia más vieja de su vida profesional.
El mentor de Buffett, el inversionista Benjamin Graham, transó bonos y acciones ferroviarias durante décadas. A principios de los años 50, cuando su carrera apenas se iniciaba, Buffett leía cada página de los voluminosos manuales de trasporte de Moody's y dos veces, para asegurarse de que no se le escapara nada. Cuando trabajaba en el fondo de Graham, Graham-Newman, Buffett analizó un portafolio en el que entre 21 y 36% de los activos estaban en valores ferroviarios, según un artículo de The Wall Street Journal.
La historia, sin embargo, tiene un lado más sutil. Graham le enseñó a Buffett que en el centro de la relación entre la gerencia de una empresa y sus accionistas hay un profundo conflicto de interés. Graham opinaba que los gestores siempre tenderán a acumular efectivo para protegerse en caso de que cometan errores. Ese efectivo, no obstante, pertenece a los accionistas, que tal vez podrían utilizarlo mejor.
Graham también subrayó una paradoja dolorosa: mientras mejor el negocio y más preparados sus gerentes, mejores las ganancias, algo que hace que el efectivo se acumule hasta niveles poco razonables.
Buffett y el conglomerado que controla, Berkshire Hathaway, son una prueba fehaciente de la paradoja de Graham. Debido a la extraordinaria destreza de Buffett para elegir acciones y comprar negocios lucrativos, Berkshire genera de modo consistente mucho más efectivo del que incluso Buffett cree que puede utilizar de manera productiva.
Ya en 1998, cuando Berkshire tenía u$s122.000 millones en activos y menos de u$s14.000 millones en efectivo, Buffett temía que su compañía estaba alcanzando un tamaño demasiado grande para su propia capacidad de gestión.
"Siempre hemos sabido", le escribió a un inversionista, "que los grandes aumentos en la cantidad de fondos administrados disminuirían de modo drástico nuestro universo de posibles opciones de inversión". Eso se debe a que una inversión de unos pocos millones de dólares ya no supondría una diferencia significativa para Berkshire.
En 2006, cuando la montaña de efectivo de Berkshire había ascendido a los u$s37.000 millones, Buffett advirtió que "no nos gusta el exceso de efectivo… estaríamos mucho más contentos si tuviéramos u$s10.000 millones". "El tamaño es siempre un problema", me dijo Buffett el mes pasado. "Con pequeñas cantidades [por invertir], es extraordinario lo que se puede encontrar. La mayor parte del tiempo, las grandes sumas son un ancla muy importante".
Buffett preferiría no recurrir a la manera más sencilla de resolver el problema, que es devolver el exceso de efectivo a los accionistas en la forma de dividendos. Ya que posee alrededor de 26% de las acciones de Berkshire, un dividendo en efectivo dejaría a Buffett con una de las mayores cargas impositivas a los ingresos personales de la historia estadounidense. Pero su reticencia a repartir un dividendo lo deja con pocas opciones más allá de comprar grandes compañías.
Buffett pagará una parte de la compra de Burlington Northern con acciones de Berkshire, un método que se ha resistido a utilizar por mucho tiempo.
En 2007, lamentó haber comprado Dexter Shoe en 1993 por u$s433 millones en acciones de Berkshire, que más adelante hubieran valido al menos u$s3.500 millones si Buffett no las hubiera intercambiado por Dexter, que, a fin de cuentas, resultó no valer nada.
"Es tan sensible en este tema que no puedo creer que [pagara por Burlington Northern con acciones] a menos de que tuviera una confianza absoluta que todo saldrá bien a la larga", dice David Carr, de Oak Value Fund, que posee u$s25 millones en acciones de Berkshire.
A los 79 años, Buffett no tiene planes de jubilarse, pero quiere estar seguro de que el negocio de Berkshire perdurará por décadas después de su partida. Está apostando a que ninguna nueva tecnología puede dejar obsoleto al transporte ferroviario. Buffett se ha equivocado alguna vez sobre qué negocios prosperarán.
A lo largo de los años, ha invertido en zapatos, periódicos y enciclopedias impresas. Pero su estilo pone de relieve una lección clave para cualquier inversionista: antes de comprar una compañía, pregunte cómo es de vulnerable a nuevas tecnologías o la competencia de precios, según TWSJ.
Como resultado del acuerdo de Burlington Northern, las acciones Clase B de Berkshire se dividirán 50 por 1, lo que reduciría su precio de u$s3.300 a u$s65. Eso las coloca, por primera vez en años, a un nivel psicológicamente asequible para la mayoría de los inversionistas.
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